Presentación » El paraíso: Ayala en Granada, 1906-1922

El Paraíso: Ayala en Granada, 1906-1922

«Aunque solo he pasado en Granada los primeros dieciséis años de mi vida siento que soy muy radicalmente granadino en la rara mezcla de despego y nostalgia que compone mi actitud hacia la ciudad.»

Plano de Granada, 1911.

«García Duarte vivía en una bella casa encaramada sobre un altillo y rodeada de hermosos jardines que daban perpendicularmente, cortados por un muro de cal y canto, sobre el callejón de Nevot.»

Melchor Almagro San Martín, Teatro del mundo. Recuerdos de mi vida

«Mientras que mi padre, atenido a un concepto muy puntilloso del honor, podía tenerse por modelo de caballeros, la delicadeza moral de mi madre era en ella casi como un instinto maravilloso (como un perfume sutil, diríase).»

«A la colección de lienzos de tonalidades oscuras –algunos incluso tétricos–, obra de los maestros del Barroco, aportados por mi padre, vinieron a juntarse en las paredes de mi casa los que mi madre había pintado durante su juventud con los colores claros y la luminosidad del impresionismo.»

«A la colección de lienzos de tonalidades oscuras –algunos incluso tétricos–, obra de los maestros del Barroco, aportados por mi padre, vinieron a juntarse en las paredes de mi casa los que mi madre había pintado durante su juventud con los colores claros y la luminosidad del impresionismo.»

«Casi todos los días me hacía mi padre leerle en el periódico (el Noticiero Granadino, si mal no recuerdo) los telegramas con informaciones de la guerra, una lectura salpicada de nombres extranjeros y términos militares para mí incomprensibles, que me aburría muchísimo; pero no había modo de escapar a la ordalía.»

«Un primo mío de mi misma edad […] me tomó aparte y, con sus maneras medio imperativas medio misteriosas, me conminó: “Ven, que vamos a ir a La Montillana”. Sin preguntarle nada, lo seguí. Cruzamos, y nos metimos en la taberna, donde actuaba en aquellos momentos una cupletista que, vestida de hombre, simulaba ser un muchacho tímido, afeminado.»

«La Manigua era el antiguo barrio de la prostitución. (¿De dónde le habría venido ese apodo? ¿Acaso del tiempo en que allí pulularan los repatriados de la guerra de Cuba?) Constituía una especie de reserva, tras del Embovedado, un gueto prohibido, al que solíamos entrar, en grupo, los niños del Instituto para recibir por las tardes algunas lecciones –teóricas– de sexualidad cuando las sórdidas callejuelas hervían de soldados…»

«La Manigua era el antiguo barrio de la prostitución. (¿De dónde le habría venido ese apodo? ¿Acaso del tiempo en que allí pulularan los repatriados de la guerra de Cuba?) Constituía una especie de reserva, tras del Embovedado, un gueto prohibido, al que solíamos entrar, en grupo, los niños del Instituto para recibir por las tardes algunas lecciones –teóricas– de sexualidad cuando las sórdidas callejuelas hervían de soldados…»

«Cuando mi familia se disponía a trasladarse a Madrid en procura de mejor suerte, mis padres me llamaron a capítulo –dieciséis años tenía yo, y estaba terminando el bachillerato– para decirme que el padrino les había propuesto hacerse cargo de mí; que me daría carrera y me legaría algo de capital a la hora de la muerte –una especie de adopción en lugar del hijo perdido–; pero que ellos, mis padres, no querían decidir nada; dejaban que decidiera yo lo que más me convenía. Lo pensé, y resolví irme con mis hermanos a Madrid.»